Sin lugar a dudas la reacción de los argentinos ante la muerte del ex presidente Raúl Alfonsín quedará sellada en la historia por su efusividad y emotividad. Perdurará también como una de las mayores convocatorias al entierro de un ex presidente, de manera similar a lo que ocurrió con Hipólito Irigoyen y Juan Domingo Perón. Pero esta vez se reflejó un profundo respeto que superó las expectativas sin tener en cuenta partidos políticos, banderas o ideologías. No sólo se fue un gran estadista, también se nos fue un pedazo de la democracia argentina.
La muerte del líder radical retumbó en los rincones de cada uno de los argentinos que se emocionaron cuando nos hizo retornar a la democracia, cuando nos devolvía la vida después de estar muertos durante ocho años. Es inevitable relacionar la imagen de Alfonsín con aquellos años difíciles para la Argentina. Esas imágenes, van tejiendo el recuerdo de ese discurso en el cierre de campaña que disparó desde el fondo de sus sentimientos.
O ese 10 de Diciembre de 1983 donde te abrazaste con el primero que se te cruzó y sentiste la libertad correr por tus venas. Porque por más que lo hayas insultado en muchas ocasiones, te quedó la imagen de un ‘tipo honesto’ que quería verdaderamente a la patria. Fue él quien realizó el histórico Juicio a las Juntas, fue él quien tuvo las agallas de sentenciar a toda esa basura. Fue él quien creó la CONADEP y así se pudo esclarecer un montón de casos de desaparecidos. También quien te liberó de la insoportable de tu mujer o de tu marido, por más que le haya costado el distanciamiento con la Iglesia Católica.
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